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Yinka Esi Graves y Yoko Komatsubara. La diversidad cultural en el flamenco

El flamenco es un estilo musical muy asociado con el sur de España. Expresión artística que tiene su origen en una mezcla de la cultura árabe, judía y gitana, surge y bebe de esa mezcla cultural y de la convivencia durante siglos de las diferentes tradiciones.

Son muchas las grandes figuras de flamenco , pero casi todas están asociadas a unos perfiles muy estereotipados. Por eso resultan muy enriquecedores todos los ejemplos que rompen con esas ideas o imágenes asociadas, ejemplos que muestran que la riqueza musical tiene sus raíces en esa diversidad cultural que ha ido dejando su huella en nuestro país a lo largo de la historia, y que esa diversidad es la clave de su desarrollo.

Un ejemplo de artista que rompe con los estereotipos prefijados es Yinka Esi Graves, una bailaora de flamenco negra, que vive en Sevilla y que demuestra que este arte no entiende de colores. Baila desde pequeña, cuando empezó en ballet clásico. Yinka Esi Graves nació en Londres, hija de padre jamaicano y madre ghanesa, ha vivido en Nicaragua, Guadalupe, en Cuba y ahora en España, donde lleva subida a los escenarios y bailando los últimos 10 años.

 

Otro ejemplo de la riqueza que aporta la diversidad en un arte tan asociado a la cultura y tradición española es Yoko Komatsubara, pionera a la hora de introducir el flamenco en Japón. La historia de Komatsubara no deja de ser llamativa, porque a finales de los años 50 descubre el flamenco, y al poco viaja sola a España para formarse en esta especialidad. En el año 1969 crea la Compañía del Ballet Español de Yoko Komatsubara, y hoy en día se la considera una bailaora con una amplísima experiencia, ha viajado por multitud de países con diferentes espectáculos y ha recibido numerosos premios y reconocimientos a nivel mundial y es fundamental para entender el auge en muchos países asiáticos por la cultura y tradiciones españolas.

 

¿Es menos “flamenco” el trabajo y arte que realizan estas dos mujeres por ser una afrodescendiente y la otra haber nacido en Japón? Evidentemente no, aunque se hayan tenido que enfrentar con numerosos prejuicios a lo largo de su vida. Como dice Komatsubara en una entrevista, “no quiero ser una japonesa que baila: quiero ser bailaora, sin más”.

Sin entrar en discusión con los más puristas de este arte, lo que es innegable es la riqueza y multiplicidad de visiones que ofrecen personas como ellas para una expresión artística tan plural y amplia. La música y el arte no entienden de fronteras, y son muchos los que han visto una posibilidad de negocio en ello. Nuevos nichos de mercado, nuevas posibilidades de empleo, nuevos clientes, nuevas oportunidades… en el mundo actual y globalizado en que vivimos la diversidad cultural es una oportunidad, y la clave está en saber aprovechar los beneficios que nos aporta.