El potencial de una sociedad multicultural y diversa
España es un país multicultural, con una trayectoria de convivencia de diferentes personas y culturas desde hace siglos. En los últimos 50 años hemos experimentado una transformación del mercado laboral español, pasando por distintas fases: De ser emisores de mano de obra, a ser país de acogida, recibiendo miles de personas en una época de desarrollo y crecimiento social. Según el estudio Inmigración y mercado de trabajo en España del boom a la Gran Recesión, “En 1998 el total de la población activa en España se acercaba ligeramente a los 17 millones de personas; tan solo una década después, a inicios de 2008, la población activa superaba ya los 22 millones de personas.”
Toda esta situación de bonanza y crecimiento cambió en los últimos años a raíz de la crisis económica que comenzó en 2008, que provocó una gran recesión e inestabilidad en todas las esferas sociales, y de la que aún estamos intentando salir. Esta etapa de recesión se caracteriza sobre todo por un aumento del desempleo, tanto entre nacionales como entre personas extranjeras, aunque con una mayor incidencia en éstas, el retorno a sus países de origen de muchos extranjeros y la disminución del envío de remesas, principal fuente económica en muchos países emisores de mano de obra. La crisis ha intensificado también la presencia de las mujeres –españolas y extranjeras– en el mercado laboral, ya que en muchas ocasiones se han convertido en un apoyo económico o la única fuente de ingresos de muchas familias. Por último, destacar un aspecto muy interesante, al que también hace referencia el estudio anteriormente citado: La crisis ha puesto en valor el nivel educativo de las personas inmigrantes. A mayor nivel de estudios entre la población inmigrante, mayor nivel de ocupación, es decir, menos desempleo.
Los principales países de origen de las personas extranjeras en España según datos del INE de 2016 son: Rumanía, Marruecos, Reino Unido, Italia, China Ecuador, Alemania y Colombia, respectivamente. Cada vez es más frecuente compartir espacios públicos con personas de diferentes nacionalidades, culturas u orígenes y que incluso éstas nos representen políticamente como ciudadanos.
Es evidente que la diversidad cultural y étnica forma parte de nuestra vida cotidiana. Entonces, ¿por qué no aprovechar el talento de estas personas? A nivel internacional, cada vez se habla más de que la inversión en formación de los migrantes beneficia a los gobiernos, a los propios trabajadores migrantes y a las empresas. ¿Por qué no aprovechar el potencial de una migración cualificada? Una buena gestión de la diversidad nos puede aportar muchos beneficios.