De la diversidad a la inclusión: el paso necesario para las empresas socialmente responsables

Ser una empresa diversa implica aceptar que cada persona que compone su capital humano tiene unas características propias que la hacen única y diferente del resto, tanto desde una perspectiva individual como colectiva, que enriquece a los grupos y aporta nuevas formas de aprendizaje y puntos de vista que permiten crecer y favorecer un desarrollo económico y sostenible en el tiempo.

El primer paso en la implantación de un enfoque que favorezca una gestión de la diversidad correcta y responsable es integrar políticas que garanticen la igualdad de oportunidades en el acceso a un empleo y eviten cualquier tipo de discriminación respecto al género, el origen, la edad, la orientación sexual, la capacidad…

Pero la diversidad por sí sola no es suficiente para que las empresas extraigan todos sus beneficios. Es necesario integrar medidas y acciones que permitan gestionarla de forma responsable, integrando como un valor esas diferencias individuales y suma de talentos.

Por ello debemos entender la gestión de la diversidad como la base de la estrategia empresarial orientada a construir un entorno que sea capaz de integrar de forma adecuada todas esas expresiones de la diversidad en el engranaje de su organización interna, optimizando así la eficacia del proceso empresarial. En otras palabras, no es suficiente con poseer una plantilla diversa, sino que el auténtico valor se logra con el reconocimiento de las diferencias individuales, potenciándolas e integrándolas hacia una visión y objetivos comunes.

Es en este punto en el que ya hablamos de inclusión, un paso más allá en el que cada unan de las personas que integran la empresa se sienten respetadas, aceptadas y valoradas por las demás, generando un sentimiento de pertenencia que favorece que se sientan empoderadas y puedan dar lo mejor de sí mismas.

Es la suma de estos dos conceptos lo que favorece que la estrategia de diversidad, equidad e inclusión sea una verdadera herramienta de cambio y de transformación interna, que permee a toda la organización de forma transversal y permita hacer realidad los objetivos marcados en ella.

Todo esto repercute en la empresa en forma de múltiples beneficios tangibles e intangibles, no solo por la riqueza que supone el disfrutar de un capital humano con multitud de capacidades y conocimientos diferentes, sino también generando un mayor compromiso de los empleados, una mayor innovación, mayor competitividad y, en definitiva, mejores resultados.

En definitiva, hablamos de una relación win-win, en la que se trabaja hacia la creación de valor social compartido y en la que todas las partes salen ganando.

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